Si sientes que vives acorralado contra la barrera del tiempo, enfrentas muchas tareas pendientes y no sabes cómo hacer para satisfacerlas todas adecuadamente o si estás harto de la rutina, te conviene aprender algunas ideas básicas de administración eficiente con objeto de poder disfrutar de los períodos libres:
- Analiza, en primer lugar, qué haces en la actualidad con tu tiempo. Para ello, lleva un registro en papel o electrónico por unas dos semanas de tus actividades diarias, tomando nota de las horas de inicio y fin. Con total honestidad añade todo: sueño, comidas, aseo personal, labores domésticas, trabajo, clases, estudios, etc. Identifica tempranamente aquellas acciones que no te proporcionan ningún beneficio.
- Ahora define tus objetivos en orden. ¿Te sientes cómodo con la rutina actual o quieres cambiarla? ¿De qué forma te gustaría utilizar el tiempo? Una idea genial podría consistir en dedicar alrededor de un 30% de las horas semanales a la persecución de la meta más importante. Repite este punto periódicamente, las prioridades pueden cambiar. Y recuerda que, como dijo Salomón: “los planes bien meditados dan buen resultado” (Proverbios 21:5).
- Trabaja en aquel proyecto de mayor prioridad en el horario en que tu nivel energético se encuentra al máximo. Para muchos esto ocurre en las mañanas; no obstante, otros son más efectivos en la noche. Necesitas estar seguro de que no vas a desperdiciar el tiempo bostezando, mirando el reloj, ni anhelando irte a dormir
- Decir “NO” es aceptable y no estás obligado a justificarte o excusarte. Mucha gente se siente forzada a realizar funciones que no desea, ni requiere puesto que negarse les hace sentir culpables. Una significativa cantidad de pequeñas peticiones o diligencias para alguien más puede consumir gran parte de tu tiempo. No es fácil; sin embargo, en ciertas ocasiones es la única alternativa viable.
- El “multitasking” en la época moderna ha sido sobrevalorado. Ejecutar varias cosas a la vez solo sirve para estresarse; ya que lograr el éxito es posible cuando se habla de tareas sencillas (encender la lavadora, lavar la vajilla y escuchar música). No obstante, no intentes redactar un informe, leer un documento y charlar por teléfono simultáneamente. Lo ideal es concentrar los pensamientos en una faena y al terminarla pasar a la siguiente; o sea, funcionar en serie es mejor que en paralelo.
- Elimina las distracciones durante el período de trabajo: teléfono celular, redes sociales, televisor, videojuegos, etc. Eso favorecerá que te enfoques con precisión e incrementará tu eficiencia. De modo idéntico, disponer de un espacio para desarrollar los quehaceres ya sean de la escuela, la empresa o personales te permitirá mantenerte concentrado. Y no tener que recoger al final del día, con la exigencia de conferirle un uso alternativo al área, resulta muy útil.
- Ten presente que por encima de todo buscas paz y felicidad; en consecuencia, no olvides incluir en el repertorio los momentos de calidad con la familia, compartir con los amigos y en general, las actividades de relajación y disfrute; porque es bueno trabajar para vivir, pero lo contrario no lo es tanto. Siempre se dice que nadie en su lecho de muerte añora haberle dedicado más tiempo a las obligaciones; y da la impresión de que debe ser verdadero.
Pedir ayuda es una opción
Si después de terminar el análisis y la planificación que has realizado descubres que tienes más obligaciones de las que razonablemente puedes pedir ayuda. Saber delegar es una característica de un buen líder, con validez en el trabajo y en la casa. Así que consigue un asistente, empleado, vecino o familiar y saca ventaja de esas horas ganadas para enfrentar otros proyectos o disfrutar del tiempo libre.
Finalmente, cuando hayas logrado cumplir con las metas propuestas, recompénsate. ¡Te lo mereces! Deleitarse con los lapsos de libertad, comunicarse con las personas amadas o dormir un poco más cada mañana puede ser el motor que te energice para recomenzar la próxima vez. Por sobre todas las cosas: ¡Se feliz! Y recuerda que esto no viene como consecuencia de tener una vida perfecta, sino de reconocer que bien vale la pena vivirla a pesar de sus contrariedades.